Los primeros quince minutos del juego mostraron un espejismo. El equipo de Ramón Díaz dominó la posesión y el terreno, avanzando con profundidad y exhibiendo cierta peligrosidad. Parecía que todo le sonreía y que sólo debía esperar que la precisión le hiciera festejar su primera conquista para encarrilar el juego. Leandro Romagnoli movió los hilos del andamiaje colectivo, contó apoyos en la derecha a través de Diego Rivero y Juan Carlos Menseguez, y en la izquierda con Aureliano Torres. Pero...
A medida de que transcurría la etapa inicial, fue perdiendo el control del mediocampo y le dio aire a un adversario tímido, que creció paulatinamente y que encontró un regalo en su primer ataque. Sobre los 15 minutos, Carlos Quintana recibió una habilitación de cabeza dentro del área, aguantó el esférico y definió de zurda ante un Pablo Migliore que no pudo neutralizar el remate.
Desde esa jugada, el clásico cambió su rumbo. Huracán se replegó, armó dos líneas de cuatro y cerró espacios. Nada le importó el espectáculo y buscó su mejor negocio. Leandro Romagnoli comenzó a padecer las marcas en zona y la falta de libertad en sus movimientos, como también la escases de sociedades para gestar. Frente a tal ecuación, el Ciclón comenzó a llenarse de impotencia, hizo circular el balón aunque sin provocar demasiada zozobra en la valla adversaria. No obstante, tuvo alguna que otra oportunidad para equilibrar el score.
En el segundo período, el técnico azulgrana sostuvo su idea, no rectificó la poca consistencia del mediocampo y muy rápido, a los 5 minutos, César Quintana le bajó una pelota en el área a Facundo Quiroga, quien libre de marca, resolvió de volea y estableció la segunda diferencia para su equipo, ya sereno y sabedor de que difícilmente se le complicara la tarde.
Allí, fue tiempo de Sebastián Rusculleda y Gonzalo Rovira (produjo más que toda la ofensiva santa en menos tiempo de juego), e incluso de Cristian Tula por la lesión de Fernando Meza. Sin embargo, el penal que transformó Diego Rodriguez sentenció la historia y apenas dio lugar para insistir en busca del descuento. Lo forzó en algunas acciones, pero no lo encontró y hasta Huracán estuvo merodeando su cuarto festejo.
Así, San Lorenzo de Almagro se alejó de las posibilidades que todavía mantenía para acercarse a los líderes de la competencia y completó una perfomance colectiva e individual pálida, de la que apenas puede rescatarse las ganas de Leandro Romagnoli y las intenciones de Gonzalo Rovira. Lo demás, flojo.
